Victoria es revolución, honestidad y talento. Ya me quedé con ganas de verla en el Festival de Cine de Sitges, donde ya causó furor, pero desde luego no me esperaba que fuera como fue. Obviando el guión, Victoria es una película extremadamente bien tramada; no sólo nos seduce con su único plano (dos horas y media de tiempo real de los personajes, sin un sólo corte ni trampas), sino que nos hace sufrir como lo haría un thriller con montaje muy rápido.
Victoria es un beso entre el plano secuencia y la cámara en mano. Un beso entre el documental y el videojuego. Y es un beso apresurado y pasional. Os enseño el trailer, que no hace justicia a la película ya os lo digo.
¿Cómo te puede cambiar la vida en dos horas? Esta es la historia de Victoria, una chica de Madrid (interpretada por Laia Costa, por cierto) que lleva unos meses viviendo en Berlín y aún no ha formado su pequeña familia allí, gente con la que verse, hablar, con la que no se sienta sola. Una noche de fiesta en Berlín (una noche normal en Berlín), conoce a Sonne (Frederick Lau), Boxer (Franz Rogowski), Fuss (Max Mauff) y Blinker (Burak Yigit), unos balas perdidas en los que Victoria ve una puerta abierta hacia el sentirse formar parte de algo. La noche es mágica hasta que los cuatro amigos tienen que hacer…un trabajito, en el que Victoria se ve implicada. Ninguna de las partes de esta película se me hizo lenta y, es más, sentí un vacío en el estómago cuando se terminó, y no era de hambre, pues había comprado chocolatitos en la tienda de en frente del Cine Verdi de Barcelona (donde podéis ir a ver la película, entre otros sitios).
Esta película medio en inglés medio en alemán y con algún que otro chascarrillo en turco, se nos presenta como algo honesto, y cuando digo honesto me refiero a la falta de parafernalia que deja que se vea la historia pura, tal como es, sin nada más que añada sabor a todo el engranaje. Porque no le hace falta. No obstante, Victoria tiene muchísimos elementos con los que gana al público, tratados con una maestría impoluta. Uno de ellos, a parte de lo obvio (los tiros de cámara, muy importantes en esta película), el sonido. La respiración acelerada de Victoria, los silencios que existen en la vida real pero se eliminan en las películas con montaje, la música no diegética (añadida, que no forma parte de la escena y que los personajes no oyen). Especialmente esta última me hizo conectar mucho más con Victoria, el personaje principal, pues era suave y de piano en los momentos en los que ella sentía una felicidad que no le cabía en el pecho. Todos los elementos del film nos hacen sentir gran proximidad con los personajes, hasta el punto de conocerlos profundamente (y si lo piensas fríamente, es como conocer a una persona con sólo dos horas).
Que se aparte la sobriedad de Birdman (que ahora no digo que no sea también una obra maestra, eh), porque ha nacido la versión pura del plano secuencia. Decir que las películas en un solo “plano secuencia” están de moda es como decir que el ferrero rocher está de moda. ¡Pues claro! Es un trocito de cielo que te metes en la boca, igual que los planos secuencia. Y lo mejor de esto es que esta tendencia no podría estar de moda sin talento. Para hacer una obra maestra de un solo plano hay que saber hacerlo. Y muy bien.
Saliendo del Cine Verdi de Barcelona recogí un papelito sobre la película, en el que se pueden leer algunas notas del director y una pequeña entrevista, bastante centrada en el hecho de que Laia Costa fuese la elegida, y que Berlín fuera la localización. Las notas del director, Sebastian Schipper (también guionista) me parecieron muy interesantes, así que os las voy a transcribir para terminar con este artículo con el que os he venido a decir una sola cosa: Victoria es imprescindible.
ATENCIÓN: PUEDE CONTENER ALGUNOS SPOILERS
“Este film no es una película; no va sobre el robo a un banco. Es el robo a un banco.
Victoria se filmó en una sola toma. Dos horas y catorce minutos. Sin cortes. Sin trucos baratos. Ni trucos caros tampoco. Solamente una toma.
El 27 de abril de 2014 pusimos la cámara a grabar poco después de las 4:30 de la mañana en una discoteca que habíamos construido nosotros mismos (para tener las localizaciones cerca unas de otras) y tras 2 horas y 14 minutos –después de haber corrido, andado, paseado y escalado por 22 localizaciones, de que 6 ayudantes de dirección dirigieran a más de 150 extras y con 3 equipos de sonido persiguiendo a siete actores– habíamos terminado a las 6:54 de la mañana. El sol había salido lentamente mientras filmábamos y Laia Costa finalmente se alejaba de nuestro director de fotografía STurla Brandth, que parecía que había corrido una maratón. De hecho la había corrido. Todos lo habíamos hecho.
¿Por qué lo hicimos? Es una locura. Es una estupidez. ¿Por qué atraca bancos la gente? ¡Por el dinero! ¡Pues claro! Pero puede que no sea el único motivo.
El primer pensamiento que tuve sobre este proyecto fue que yo nunca en mi vida robaría un banco. Y la idea no me gustó. Estoy convencido de que sería una experiencia incomparable. No el hacer daño, herir o secuestrar a gente, sino el entrar en un área oscura y llena de miedos, sacar una pistola y exigirlo todo de inmediato. Recibirlo, no porque te lo merezcas, ni por tu buen comportamiento o porque te lo hayas ganado con esfuerzo, sino saltarse esa parte y exigirlo todo ¡Aquí y ahora!
Hemingway quería cargarse a un elefante. Sabía que era el pecado definitivo, pero lo hizo de todos modos. O tal vez lo hizo por eso mismo”.