No os voy a engañar, cuando se anunció que por fin un icono del universo Marvel como Venom iba a tener su propia película me emocioné, mucho. Y cuando además se conoció que Tom Hardy iba a interpretarlo aquí un servidor se subía por las paredes (de emoción) cual Spider-Man. Pero al final no todo ha sido tan bonito como parecía serlo.
Hace ya una década pudimos ver en pantalla al personaje de Venom como uno de los villanos de la tercera entrega de “Spider-Man” de Sam Raimi (2007), pero ni él ni la película funcionaron ni por asomo lo que se esperaba de ellos. ¿Los motivos? Centrándonos en el personaje que nos ocupa sin duda una de las razones es que este merece mayor atención y protagonismo del que disponía a la sombra del trepamuros.
Pero vayamos a lo que nos ocupa y es que Sony Pictures se encargó de ponernos los dientes largos y subir el hype por las nubes anunciando una adaptación dispuesta a satisfacer a su público más adulto y con una lógica calificación R en sintonía con títulos recientes como “Deadpool” (2016) o “Logan” (2017). Ambos casos éxitos de taquilla y crítica en el superpoblado género de los superhéroes.
Finalmente todas nuestras ilusiones parecían dar al traste con los anuncios de un PG-13 que venía acompañado de un considerable corte en el metraje final (¡Nada más y nada menos que 40 minutos!) y con el propio Tom Hardy explicando que su secuencia favorita de la película se había quedado fuera de esta, entre otros motivos. Ahí comenzamos a temblar.
Eso sí, finalmente ni tan bueno ni tan malo. “Venom” supone un producto interesante y tremendamente entretenido, que dedica casi irremediablemente sus dos primeros actos a presentarnos al personaje de Eddie Brock y su simbionte formando una extraña pareja a lo Jekyll y Hyde plagado de humor y situaciones de lo más delirantes.
Un hecho que termina jugando en su contra ya que su consecuencia más directa es un acto final que no resulta tan espectacular como cabría esperar, dejando una sensación de prisas y una atropellada narración en la que no se saca el partido que nos gustaría al personaje de Riz Ahmed (el villano) ni al de Michelle Williams (la chica). Una lástima porque la cosa prometía y termina navegando tímidamente a la deriva sin naufragar en ella.
Hay que ser honestos, el film cumple con un objetivo muy claro: Presentarnos a su protagonista y su universo (con una secuencia post-créditos que da pie a su inevitable secuela). Y lo consigue de forma bastante satisfactoria especialmente por un Tom Hardy completamente entregado con el proyecto, divertido, cañero y tan personal como siempre. El rey de la función.
La historia principal funciona de forma notable, con unas escenas de acción con mucho pulso y con un sentido del entretenimiento que Ruben Fleischer firma con corrección pero que, no nos engañemos, nos deja un sabor de boca agridulce con un resultado que se sitúa por debajo de las expectativas de cualquier seguidor de los tebeos y del universo cinematográfico de Marvel, aunque este título esté fuera del mismo.
Las bases están sentadas, el origen que se le ha otorgado a “Venom” ya está explicado y ahora tan solo queda esperar que en futuras entregas se le permita a la narrativa un desarrollo y expansión del personaje a la altura de lo que podríamos esperar. De momento cruzaremos los dedos y mantendremos viva la llama de la esperanza para que así sea en el camino que nos queda por recorrer.
Ya puestos a pedir, tan solo un último favor. Amigos de Sony, Fleischer y Hardy, por favor, dejadnos disfrutar de esa versión extendida, sin cortes y con mucha más violencia con la que todos soñábamos y que finalmente nos ha sido arrebatada. Gracias.