Si te gustan las series pero no quieres hipotecar muchas noches (o tardes) en temporadas que se acumulan, ‘The End of this F***king World‘ es tu serie. Una serie para devorar en una tarde, algo así como ver ‘Titanic’ sin barco y con mucha mala hostia.
Una mala hostia en forma de humor negro, negrísimo, marca de la casa de una larga tradición de cine británico que va desde ‘El quinteto de la muerte’ (1955) de Alexander MackKendrick hasta las películas de Martin McDonagh como ‘Siete psicópatas’ (2012), o incluso la comedia -también muy ácida- de Alfred Hitchcock ‘Pero… ¿quién mató a Harry?‘ (1955). Todas ellas cuentan historias en las que la muerte, el asesinato, la violación y otros asuntos escabrosos pasan por un filtro de comedia que las convierte en situaciones cómicas y esperpénticas que rozan lo absurdo.
La serie, creada por Jonathan Entwhistle para Netflix, está inspirada en la serie de cómics ‘The End of this Fucking World’ de Charles S. Frosman. Un aspecto que se ve reflejado perfectamente en el ritmo visual de la serie: rápida, vibrante, con una estética y una puesta en escena muy cuidadas en una historia llena de giros y extrañas situaciones.
El frenético ritmo de la serie nos obliga a devorarla como el que devora un calipo de limón, de un sabor ácido pero tan sabroso que acabarás chupando hasta los bordes del cartón. Aparentemente, su historia no nos ofrece nada original: una pareja de adolescentes que emprenden una huida al más puro estilo de los míticos atracadores Bonnie and Clyde, pero con unos personajes complejos interpretados por unos actores llenos de carisma.
Un joven que se cree un psicópata en potencia y una adolescente que literalmente odia el mundo y todo lo que está en su interior, interpretados respectivamente por Alex Lawther (al que vimos en Black Mirror) y por Jessica Barden. Sin duda, te acabarás enamorando de estos dos “frikis” que seguro tienen más en común contigo que Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, porque en esta fuga sin retorno también hay mar y también hay un barco.
Un aroma a los años setenta
La serie, a pesar de situarse en la época actual, destila un aroma de película setentera en su forma y por el uso de la violencia y el sexo (no explícita, pero sí contundente y siempre presente). Un aire de otra época que los guionistas marcan desde el principio al desproveer a los protagonistas de sus teléfonos móviles. Un aroma que nos recuerda a otras dos clásicos de los setenta, cintas de culto sobre historias de amor entre outsiders que no tienen cabida ni en aquella ni en esta sociedad; Harold y Maude (1971) de Hal Ashby y Malas tierras (1973) de Terrence Malik.
Y por último, destacamos su impresionante banda sonora y su selección de temas musicales, que contiene temas de Graham Coxon, The Black Angels, Buzzcocks o Mazzy Star. Algunos podrían decir que es excesiva y que está demasiado presente en cada secuencia, pero sin duda acaban de definir el ritmo de la historia y consiguen momentos sonoros impresionantes. Si te gusta su banda sonora estás de enhorabuena, porque puedes disfrutar de una bonita lista creada en Spotify, que incluye treinta de sus canciones:
Devora y escucha “The End of this F***king World” hasta que ella comience a devorarte a ti.
* Artículo escrito por Descatalogado