Lo que os traigo hoy es más una crónica de viaje que cualquier otra cosa, pero teniendo en cuenta que estoy pasando el verano en Estados Unidos, qué mejor que compartir impresiones y vivencias con vosotros.
Estando en Washington D.C., la ciudad de las ciudades, el centro de todo, es muy común hacer turismo por los lugares más típicos, para no volver a casa y tener que decir “no, allí no fui…”. Pero a veces hay que pararse, perderse por calles que descubres por primera vez y encontrarse mil y una historias. Esa, en mi opinión, es la mejor manera de viajar.
Ayer, domingo, yo decidí perderme por el sureste de la ciudad de Washington; más allá del Capitolio, la biblioteca del Congreso y el Tribunal supremo, y caminar por toda Pennsylvania Avenue hasta llegar a Eastern Market, el mercado de los mercados. No es que no sea turístico, pero no es de esos lugares que priorizas cuando el viaje es de pocos días y el tiempo corre. Gran error.
Eastern Market es joyas, ropa, comida, arte, antiguallas, música…y gente de todas partes. Es un mercado que tardas más de dos horas en recorrer y mirar con calma.
Primera parada obligada, ni si quiera dentro del mismo mercado; Woven History, una tienda de alfombras, tapices, joyas y artesanía en general, transportada de Asia central, el Tíbet y Mongolia. Miles de telas amontonadas y colgadas por las paredes, farolillos de colores y una esencia que te lleva a su país de origen. Además, lo curioso es que está situada en una casa residencial, y la tienda empieza en el patio de ésta.
Una vez dentro del mercado, lo primero que me llamó la atención fue un artista que expone sus pinturas; reproducciones de la bandera de los Estados Unidos pintadas encima de un palé y otros cuadros del estilo del famoso póster de Obama de Shepard Fairey. Seguidamente vienen los puestos de frutas, donde los tenderos te ofrecen jugosas porciones de melocotones y nectarinas. También hay puestos de salsas, humus y similares. Más allá están los puestos de artesanías, con botellas reconvertidas en vasos, chapas que se vuelven las protagonistas de una joya, todo tipo de artículos de piel y collares y pulseras de plata, perlas y piedras. Muchísimas paradas de joyas, muchas similares, otras únicas, pero todas merecen ser vistas. Eso sí, nada baratas. En la última parte de este recorrido del mercado, estaban los puestos de comida, y los bancos donde podías disfrutarla. Había dulce y salado. Platos asiáticos, pudín, helados, donuts, waffles y otras pastas. También olivas y pepinillos gigantes.
En frente de los puestos de joyas también había un edificio donde se situaba el mercado interior; con todo tipo de carne, quesos, pastas, comida precocinada, verduras y frutas. Y, como no, una pastelería con todo tipo de cupcakes, tartas y el famoso garlic bread. Allí compré un trozo de Butter Cake que me estoy comiendo ahora mismo, mientras escribo el artículo. Delicioso.
En la otra parte del mercado (retrocediendo hasta el artista de los palés), está la mitad más grande de Eastern Market. Y mi favorita. Ropa, vestidos muy Jess (de la serie New Girl), monederos y bolsos hechas a mano y sombreros. Fotografías de Washington en épocas pasadas, cajas de puros y mapas de América. Y lo mejor; antiguallas. Esas cosas que alguien vende y revende hasta la saciedad y luego llegan a tus manos. Monedas de países muy lejanos, joyas con grabados sentimentales de gente que alguna vez se quiso, medallas que algún niño ganó en los años 60, juguetes, relojes, figuritas y fotografías de desconocidos que te parecen entrañables. Tesoros que descubrí allí; la chapa de algún soldado que en su día sirvió a la patria, un penique de Australia y dos figuritas de los animalitos de los cuentos de Beatrix Potter.
Más adelante había pósters de conciertos de cuando Lennon estuvo en Nueva York, de competiciones de canoa en el río Potomac, de antiguos anuncios y de películas clásicas. Objetos extraños que nunca imaginarias llevarte a casa y un puesto de palomitas que aromatizaba toda la zona. Además, por ahí también había un grupo de músicos tocando canciones de Dylan y otros genios.
Dos puestos me llamaron especialmente la atención de este último tramo; The Alpaca Girl, donde vendían pañuelos para le cuello, vestidos largos, marionetas para el dedo y…infinidad de alpacas de miniatura, de todo tipo y de diferente pelaje. Y un puesto perfecto para Silence…Scraped Knee, donde un artista e ilustrador vendía sus pósters inspirados en películas, sus camisetas, sus cómics y muchos otros artículos de este tipo.
Llegando a la una del mediodía, dejé atrás esa infinidad de puestos a las tres de la tarde.
Dos horas de mercado merecieron un buen burrito de carnitas (es carne de cerdo cocinada lentamente) en un mejicano de la zona, donde sonaba la versión española de Hotel California. Qué ganas de ver El gran Lebowski ahora.
Perdonad la escasez de imágenes, muchos tenderos me pedían que no fotografiara sus puestos.
Sé que está muy lejos, pero si estáis pensando en visitar la capital de América, no olvidéis ir un domingo por el barrio de Capitol Hill. Caminad o alquilad una bicicleta, pero perderos por las callejuelas hasta encontrar los tesoros que hay en Eastern Market.