Pesadillas 2: Noche de Halloween llega a nuestras carteleras en una fecha que no podría ser más idónea, en plena festividad de Halloween, aprovechando el tirón de este, la jornada festiva y su concepto como película familiar. Han pasado tres años desde que la original diera la sorpresa adaptando los célebres libros de R.L. Stine pero parece que esta vez el acierto ha sido menor, quizás por la pérdida del factor sorpresa o quizás por la falta de frescura de esta secuela.
La pesadilla original
Es cierto que la Pesadillas (2015) dirigida por Rob Letterman también partía de la premisa de cine juvenil, para toda la familia, y de puro entretenimiento. Además funcionaba perfectamente como un pequeño acercamiento al cine fantástico y de terror para los más pequeños de la casa, pero en esta ocasión nos encontramos ante un producto disfrutable, aunque en menor medida, que funciona más a nivel nostálgico que cinematográfico.
Aquí, todo se desencadena cuando nuestro jóvenes protagonistas encuentran a Slappy, un viejo conocido en forma de muñeco viviente, que les hará la vida imposible y tratará de hacerse con el poder de la noche de Halloween del vecindario, dando forma a todas las pesadillas y monstruos del ideario de Stine.
El retorno de Slappy
Así pues, el protagonismo de Slappy es mayor que en la entrega original y funciona como epicentro de la trama, eclipsando incluso a los protagonistas de carne y hueso del film. Él mismo provoca, además, algunas de las mejores secuencias como la del supermercado en la que los muñecos y adornos más terroríficos cobran vida, aunque es prácticamente lo más salvarle de una propuesta que no pasa de lo meramente entretenido. Sin más.
Y precisamente ahí está su mayor error o inconveniente, y es que si bien no venimos de una maravilla cinematográfica, aquí encontramos poco más que una película para sumar a la (probable) saga. Eso sí, con un estreno en una fecha muy acertada, pero con un guión y unos protagonistas más planos de lo que nos hubiera gustado, y una dirección a cargo de Ari Sandel que resulta más bien discreta.
Todo esto a pesar de contener un batiburrillo de buenas ideas no siempre tan bien plasmadas en la pantalla, y con una estructura y espíritu de lo más ochentero en formato aventura que se queda a medio gas. Sus protagonistas cumplen pero no enganchan, ni siquiera un Jeremy Ray Taylor al que muchos de nosotros le tenemos cierto cariño por interpretar a uno de los niños de la nueva versión de It (2017) cuya secuela esperamos ansiosos.
Por contra hay algunas tramas que no se desarrollan o no funcionan demasiado bien, como el amorío adolescente cuyas consecuencias, Slappy por medio, no pasan de una mera anécdota en el devenir del film. Aunque algunas como la destacada anteriormente o la de los siempre simpáticos y bienvenidos ositos de goma contrarrestan el balance final.
Pesadilla a medio gas
Es una pena que Pesadillas 2: Noche de Halloween no pase del aprobado raspado, con un Jack Black que esta vez asume el rol de invitado especial (aunque quizás su aparición abre las puertas de una supuesta y probable tercera entrega) y cuya interpretación se agradece que sea más comedida de lo habitual en él. Quizás tengamos más suerte la próxima vez. ¡Feliz Halloween!