¿Fin de año en el teatro? SI, y SI, doble y en mayúsculas. Una opción diferente, entretenida y para toda la familia. Decidimos primero que queríamos pasar el fin de año en el teatro, y luego nos pusimos a repasar las posibilidades, que ahora en Barcelona, son muchas (¡por fin!) y bastante variadas. Tras una ardua discusión con todos los integrantes del comando familiar, debíamos decidir entre “Sister Act” o “Mar i Cel”. ¿Monjas o Moros y cristianos? Esa era la cuestión. La mayoría no había visto nunca ni una, ni la otra, así que como yo si había visto “Mar i Cel” hace diez años en el Nacional y tenía un gran recuerdo, mi opinión valió para decidir. Compramos las entradas y allí que fuimos con nuestras mejores galas.
Pero antes de llegar a lo que vimos, dejadme que os ponga un poco en situación. “Mar i Cel” es una obra de teatro escrita por Àngel Guimerà en el año 1888 y estrenada en el Teatro Romea de Barcelona, el 7 de febrero de ese mismo año. Se trata de una gran tragedia romántica, estilo Romeo y Julieta pero con mareas y moriscos. La acción se sitúa en alta mar durante la primera mitad del siglo XVII y cuenta la historia del amor imposible de un pirata musulmán y una mujer cristiana. Pero exactamente eso mismo no es lo que fuimos a ver, aunque siempre me gusta explicar de dónde vienen las cosas. Nosotros fuimos a ver la versión musical de Dagoll Dagom, con texto de Xavier Bru de Sala y música d’Albert Guinovart, basada en la obra homónima d’Àngel Guimerà que os he comentado justo antes. Se estrenó en 1987, hicieron una segunda versión el año 2004, a la que ya os he comentado que tuve oportunidad de asistir y alucinar (era muy jovencilla por aquél entonces), y finalmente la versión que ahora nos presentaban, en el Teatro Victoria.
Ahí mismo estábamos nosotros, con nuestras mejores galas de fin de año, bajando por la avenida del Paral·lel, donde cada rincón habla de teatro y espectáculo, hasta el Teatro Victoria que nos recibió con el cartel de entradas agotadas. ¡Bien! No hay nada que me haga más feliz que ver un teatro lleno. Subimos al anfiteatro y recogimos el pertinente cotillón. Poco a poco todo el mundo empezó a ocupar sus asientos. Algunos apagaron los teléfonos móviles, otros no. Y empezó la función. Nos trasladamos al Madrid de 1609 con el Rey Felipe III que con el consentimiento del Virrey de Valencia ordena la expulsión de los moriscos. Veinte años después un barco pirata morisco, capitaneado por Saïd, mientras navega por la Mediterránea en el abordaje de una nave cristiana captura el virrey de Valencia, por quién espera conseguir un buen rescate. El trato de Saïd frente a los prisioneros no es tan salvaje como de costumbre, y Blanca, la hija del virrey empieza a tener sentimientos hacia el capitán. Aquí la cosa empieza a complicarse como de costumbre. No podía ser menos y el padre rechaza por completo la relación. Sucediéndose un botín a bordo, con muchas bajas por parte de los piratas, finalmente los cristianos consiguen apoderarse de la nave morisca. No os contaré el final de la historia, pero hay de todo menos un final feliz.
De la adaptación musical de Dagoll Dagom sorprende absolutamente la fuerza escénica de la escenografía con un gran barco que se mueve por el escenario, y con múltiples proyecciones a la vez que hacen las delicias de los espectadores y sirven para contextualizar en todo momento el espacio dónde sucede la historia. Tengo que aplaudir a los técnicos de sonido, en todo momento estuvo a la altura de los grandes teatros europeos. No hay nada más desagradable que estar un poco arriba y que no te llegue bien el sonido de la acción, y aún más en teatro musical. Desde aquí, mis más sincero reconocimiento. Lo único que me faltó fue quizás potencia de voz en alguno de los protagonistas, sobre todo al principio, pero luego fueron in crescendo y nos pusieron los pelos de punta en más de una ocasión. Aplaudo la interpretación de todos y cada uno de los personajes de la historia. Remarcable es la belleza musical de Blanca, papel interpretado por Ana San Martín y que sin duda consigue darle una vuelta diferente a la interpretación que hizo en 2004 Elena Gadel. Aunque para mi, quién se debería llevar la ovación más grande es sin duda Júlia Jové con su magnífica interpretación del pequeño de a bordo Idriss. BRAVO.
Al finalizar la función, con las uvas peladas (¡que si no me atraganto!), una copa de cava en la mano y con toda la compañía en el escenario, interpretes, técnicos y músicos, dimos entrada al año nuevo en uno de los mejores lugares del mundo dónde todo es posible, el teatro.
Si aún no la has visto en directo es una obra musical del teatro catalán que no te puedes perder. Una obra para toda la familia, entretenida, pasional y emotiva dónde el amor no gana siempre pero rompe fronteras. Totalmente recomendable.
¡Arriba las velas!