Llega a nuestras carteleras Glass (Cristal), la culminación de la trilogía cinematográfica dedicada al mundo de los cómics y de los superhéroes creada por la mente y la cámara de uno de los cineastas más interesantes de las últimas décadas, M. Night Shyamalan. Genio y figura.
Es cierto que en ocasiones se producen sagas o entregas con múltiples entregas en las que estas pueden ser vistas y disfrutadas de forma prácticamente independiente pero, os aseguro, que el caso que nos ocupa no es un ejemplo de ello. Es imprescindible haber visto tanto El Protegido (Unbreakable, 2000) como Múltiple (Split, 2016) para poder comprender el significado de este tercer episodio.
Una mirada diferente al mundo del cómic
Resulta curioso, a la par que extraño, que una película como El Protegido, que demostró hace ya prácticamente dos décadas que otro cine de superhéroes era posible y que llegó mucho antes de la explosión cinematográfica de los universos de Marvel y DC en la gran pantalla. Y no se estrenó su inesperada secuela hasta hace bien poco en la inquietante Múltiple, conectando así dos títulos que a priori no tenían ningún relación directa.
Así pues nos llega Glass (Cristal), cuyo título original prevalece esta vez sobre su traducción (bastante desafortunada en lo que respecta a la primera entrega). La película es una continuación directa de la película protagonizada por Crumb (James McAvoy) que cruza su historia con la de David Dunn (Bruce Willis) y Elijah Price (Samuel L. Jackson) para dar la pincelada definitiva al universo creado por el propio Shyamalan.
Los tres actores están a un nivel brillante, especialmente un McAvoy que vuelve a superar cualquier expectativa que pudiéramos tener acerca de su trabajo, y el cruce narrativo de sus tres personajes consigue atraparnos en un increscendo que, como no, incluye un buen número de giros argumentarles que pueden distraer e incluso desconectar a más de un espectador, pero que tienen su función y sentido en el contexto en el que el cineasta nos quiere situar. Especialmente en su mensaje final que flota constantemente durante su metraje (y en la de las anteriores entregas).
Quizás alguno de sus recursos tanto narrativos (los giros de guión en ocasiones algo exigentes) como estilísticos (los reflejos, los colores, los movimientos de cámara y sus reconocibles encuadres y composiciones) ya los hayamos visto muchas veces en pantalla pero, para los que, como yo, estamos enamorados de su forma de crear y entender el cine, esto no es precisamente un inconveniente. Y es que, para bien o para mal, es un cineasta único.
Es cierto que su filmografía es un tanto irregular y no hace falta recordar algunas de sus producciones como Airbender: El Último Guerrero o After Earth, pero nos ha dejado joyas del calibre de El Sexto Sentido, la mal vendida El Bosque (una de mis favoritas del director) o la interesante La Visita. Cabe destacar que ésta última supuso de alguna forma su resurgir cinematográfico y su alianza con Blumhouse, un gran acierto por ambas partes.
Un broche de oro a una gran trilogía
Glass (Cristal) es un broche de oro al homenaje de Shyamalan al mundo del cómic con unos protagonistas que trascienden entre la ficción y la realidad, lo divino y lo humano, dejándonos como legado unas reflexiones sobre las relaciones que todos conocemos acerca de los héroes y villanos que son llevadas a nuestra sociedad y cultura. Y probablemente ahí resida el gran éxito de su propuesta.
Una mirada arriesgada, inteligente y valiente que, eso sí, no renuncia a su vena más comercial y que, probablemente, volverá a ser incomprendida por gran parte del público y de, especialmente, la crítica.
Sí, definitivamente resida en este hecho la naturaleza tan particular que posee el cineasta, el no dejar indiferente a ninguno de los que deciden acercarse a su obra.