Nos encontramos ante una nueva semana en el Festival de Sitges y con ella llegamos al ecuador de esta nueva edición. Son muchas las películas que llevamos a nuestras espaldas en unos días muy intensos pero aún son más, si cabe, las que nos esperan por delante.
El lunes se presentaba de lo más interesante con lo nuevo de, he de confesar, uno de mis cineastas actuales favoritos, el señor Pascal Laugier, quien con apenas tres películas se ha ganado todo un hueco privilegiado en mi corazón cinéfilo. Y con Ghostland no hay quien lo mueva de ahí.
Incident in a Ghostland (Pascal Laugier)
Una madre se reencuentra con sus dos hijas en la vivienda en la que, una noche de hace 16 años, tuvo que defenderlas de una banda de criminales que asaltó la casa. A partir de aquel día, nada ha sido igual en las vidas de las protagonistas.
En esta ocasión el director nos propone una invasión doméstica convertida en toda una pesadilla en la que sigue demostrando todas sus cualidades narrativas, giros de guión incluidos como en su “El Hombre de las Sombras”, y esa capacidad para desarrollar personajes a los que maltrata con el sadismo de “Martyrs”. Uno de los títulos de terror del año.
Liz and the Blue Bird (Naoko Yamada)
Como en el día anterior, el anime volvería a tener su protagonismo en la jornada de hoy con Liz and the Blue Bird, la última propuesta de Naoko Yamada que ya nos sorprendió hace un par de ediciones con su notable A Silent Voice.
Liz and the Blue Bird persigue exploración de la juventud, a través de la historia de dos mejores amigas que encaran su último año de instituto sabiendo que deberán separarse al final de curso. Una situación que encuentra su eco en la pieza musical que están ensayando con la banda de la escuela.
Un precioso y cuidado cuenta musical que trata el tema de la amistad desde un punto de vista muy distinto al que estamos acostumbrados, en un alegato hacia la necesidad de dejar volar a nuestros seres queridos, y a nosotros mismos, para encontrar nuestro propio camino. Quizás juegue un poco en su contra un ritmo excesivamente pausado y al que le falte un poco de chispa, pero sin duda alguna nos encontramos ante un bello retrato adolescente.
Parallel (Isaac Ezban)
La historia gira en torno a un grupo de amigos que encuentra un espejo que funciona como el portal a un multiuniverso, del que podrán extraer muchas cosas para mejorar sus vidas. Sin embargo, esta acción traerá consecuencias sumamente peligrosas.
Un producto más que notable que juega de forma muy inteligente con el espacio, el tiempo y los universos paralelos, y como nuestros actos en cualquiera de ellos puede tener consecuencias en el resto. Lo cierto es que tras un arranque brillante, de puro terror, su desarrollo sufre ciertos altibajos debido a algunos personajes que presentan unas tramas menos interesantes que el resto, y no sabe explotar de forma plenamente satisfactoria todas las cualidades que posee sobre el papel. Aún así resulta bastante estimulante sobretodo para los que disfrutamos con este tipo de propuestas.
The House that Jack Built (Lars Von Trier)
Y ahora sí, llegaría el turno para uno de mis directores favoritos, de esos que jamás te dejan indiferente, para bien o para no tan bien, el señor Lars Von Trier. L’enfant terrible vuelve a la carga con The House That Jack Built. Una obra de arte.
Estados Unidos, década de 1970. Seguimos al brillante Jack durante un período de 12 años, descubriendo los asesinatos que marcarán su evolución como asesino en serie. La historia se vive desde el punto de vista de Jack, quien considera que cada uno de sus asesinatos es una obra de arte en sí misma.
Lars Von Trier es único en su especie y en su último trabajo lo vuelve a demostrar. Su cine puede ser de una belleza descomunal, de una crueldad que roza la incorrección, o de una exasperación que puede sacar de sus casillas a más de un espectador. Pero en definitiva, y para los que disfrutamos de su manera de entender el cine, este es genial.
Aquí nos relata el retrato de un extraño y peculiar asesino en serie brillantemente interpretado por Matt Dillon, pero que no nos engañemos, tiene una carga muy importante de autobiografía, reflexión y crítica de su propio creador, que aprovecha para no dejar títere con cabeza (Cannes), alimentar su ego y ser más él que nunca. Lo tomas o lo dejas, lo amas o lo odias.
Bueno amigos, un día más y un día menos en lo que esta siendo una gran nueva edición de nuestro festival favorito. ¡Nos vemos mañana!