Casi sin darnos cuenta nos encontramos ya en el primer fin de semana de este Sitges 2018, algo que se nota de forma muy evidente en el ambiente, con enormes colas allá donde vayas y con una ciudad que respira cine fantástico como aún no lo había hecho este año.
Y el primer plato de la jornada era la nueva película de Nicolas Cage, Mandy, que él mismo se encargaría de presentar en el festival con una rueda de prensa de lo más simpática y levantando una gran expectación por allí donde pisaba el actor.
Mandy (Panos Cosmatos, 2018)
Red (Nicholas Cage) es un leñador que vive alejado del mundo junto al amor de su vida, Mandy (Andrea Riseborough). Un día, mientras da un paseo abstraída en una de las novelas de fantasía que suele leer a diario, Mandy se cruza sin saberlo con el líder de una secta que desarrolla una obsesión por ella. Decidido a poseerla a cualquier precio, él y su grupo de secuaces invocan a una banda de motoristas venidos del infierno que la raptan y, en el proceso, hacen añicos la vida de Red. Decidido a vengarse y equipado con toda clase de artilugios, pone en marcha una matanza que deja cuerpos, sangre y vísceras allá por donde pasa.
Nos encontramos ante una película extraña, densa y terriblemente atmosférica, como no podría ser de otra forma teniendo que viene firmada por Panos Cosmatos, quien ya levantara tanto amor como odio en su debut, Beyond the Black Rainbow. Si bien aquí está algo más moderado, aunque poco más, para que nos vamos a engañar, y cuenta con el atractivo de tener una gran estrella como Cage al frente del proyecto, sigue llevando su sello tan personal.
Un cuento de venganza, terror cósmico al más puro estilo del Hellraiser de Clive Barker, con una fotografía tan exquisita como extraña e hipnótica, y con un acto final que se convierte en una orgía desatada de violencia, sangre y con un Nicolas Cage absolutamente desatado. No es apta para todos los públicos dada su curiosa naturaleza, pero bien merece una oportunidad.
Aterrados (Demián Rugna, 2018)
Toda una sorpresa la siguiente de la lista, la argentina Aterrados, del director Demián Rugna que en su presentación (curiosa y divertida) nos comentó que es un proyecto que ha salido adelante tras 9 años trabajando en él cuando ya prácticamente creía en su potencial, y que tiene el gran valor de poder llevarle a uno de sus festivales favoritos, Sitges, un objetivo y un deseo muy claro para cualquiera que se dedica al fantástico y el terror.
Gente que desaparece sin dejar rastros, muertos que vuelven de sus tumbas, voces que se escuchan en los drenajes de agua, entes invisibles que asesinan personas, movimientos magnéticos que no tienen explicación.
Podríamos definirla perfectamente como una versión con acento argento de Expediente Warren, con tres casos que se relacionan entre si, todos ellos igual de terroríficos y con una importante dosis de humor negro que sin duda le dan un toque muy especial y agradecido. Además, la falta de explicaciones, punto débil de la mayoría de estas producciones, se agradece creando aún si cabe más misterio alrededor de sus acontecimientos. Como nos gusta poder ver películas de este perfil en la programación del festival.
Piercing (Nicoles Pesce, 2018)
Seguíamos encerrados en el Auditori del Hotel Melià para seguir disfrutando del mejor cine, esta vez de la mano de Piercing, la nueva obra de Nicolas Pesce, quien ya sorprendiera en el festival hace un par de ediciones con The Eyes of My Mother.
Un hombre que se despide con un beso de su mujer y su bebé para, aparentemente, ir a trabajar, tiene un plan para coger una habitación de hotel, llamar a un servicio de señoritas y matar a una prostituta.
A medio camino entre Audition de Takashi Miike y el cine de Hitchcock, Pesce nos presenta una historia aparentemente sencilla, de instintos primarios desatados y de giros inesperados. Brilla especialmente Mia Wasikowska, una prostituta frenéticamente desquiciada pero hipnotizante, aunque es cierto que Laia Costa tiene un papel prácticamente irrelevante y Christopher Abbott no termina de encajar en el rol principal del film. Una pena porque prometía mucho más de lo que finalmente ofrecía a pesar de contar con algunas secuencias maravillosas.
Summer of 84 (Anouk Whissell, François Simard y Yoann-Karl Whissell, 2018)
Pondríamos el punto y final al sábado con una de las películas a las que más ganas le tenía un servidor en todo el festival, Summer of 84 de Anouk Whissell, François Simard y Yoann-Karl Whissell, o lo que es lo mismo, los “Turbo Kids” como así le bautizamos en la presentación de su debut cinematográfico. Por cierto, son encantadores.
Verano, 1984: La época perfecta para tener 15 años y ser libre. Pero cuando un teórico de las conspiraciones empieza a sospechar que su vecino policía podría ser el asesino en serie que sale en las noticias, él y sus tres mejores amigos empezarán una investigación que rápidamente se volverá peligrosa.
¿Os gustó “Turbo Kid”? Pues olvidaros de ella, ya que a pesar de respirar el mismo amor por la dorada década de los 80 y el género fantástico, y contar también con un presupuesto muy ajustado, aquí cambiamos el gore y la fantasía por un thriller de aventuras protagonizado por unos adolescentes en busca del serial killer que está sembrando el terror en el vecindario
Como comentaba anteriormente, un thriller de espíritu descaradamente ochentero, con un componente nostálgico que sabe exprimir de forma muy inteligente, y que se traduce en una notable mezcla entre El Club de los Cinco y La Ventana Indiscreta. Me encantaría destacar a su joven reparto principal, así como un final brillante y muy de la época del cine en la que se sitúa la acción, y es que una vez descubierto el culpable la tensión no decae, más bien todo lo contrario. A pesar de bastantes malas críticas, un servidor disfrutó como un niño.
Y el domingo se presentaba de lo más interesante y muy variado, aunque hemos de confesar que el resultado final fue algo decepcionante. Pero vayamos por partes.
Under the Silver Lake (David Robert Mitchell, 2018)
Abría la veda una de las más esperadas de la presente edición del festival, Under the Silver Lake, y es que había muchas ganas de ver lo nuevo del cineasta David Robert Mitchell tras su excelente It Follows.
Un joven (Andrew Garfield) pasa un encantadora velada con su atractiva vecina (Riley Keough), pero cuando quiere volver a verla ella ha desaparecido en este thriller sobre la paranoia ambientado en la ciudad de Los Ángeles.
Nos encontramos ante una cinta tan larga (prácticamente dos horas y media) como extraña, de esas que hay que digerir una vez terminado los créditos y que te dejan pegado en la butaca un buen rato. Es más, podría afirmar que aún sigue dando vueltas en mi cabeza en busca de nuevas lecturas y repasando mentalmente muchas de sus secuencias.
Un potente thriller neo-noir que se convierte por derecho propio en una de las propuestas cinematográficas más frescas del festival, con referencias constantes a la época dorada de Hollywood, a la generación de los sueños rotos e incluso funciona a la perfección como feroz sátira sobre la cultura pop y todo el marketing que este mueve. Brillante Andrew Garfield en una película que podría haber firmado el mismísimo Alfred Hitchcok o David Lynch. Ahí lo dejo… Eso sí, puede que a más de uno os resulte especialmente larga, con algunas sub-tramas que parecen no tener solución ni lógica, y con un sello un tanto pedante en su dirección. Lo siento por vosotros.
Maquia: When the Promised Flower Blooms (Mari Okada, 2018)
A continuación tendríamos doble sesión con dos de los títulos de anime más esperados del festival. El primero de ellos sería Maquia: When the Promised Flower Blooms, el debut de Mari Okada.
Maquia pertenece a un grupo de gente que deja de envejecer en la adolescencia. Aunque vive tranquila, se siente sola. Esa tranquilidad se rompe cuando un ejército les invade para buscar el secreto de la inmortalidad. Maquia escapa, pero pierde a sus amigos y su hogar. En el bosque conocerá a Ariel, un pequeño que ha perdido a sus padres. La historia desarrolla la relación entre Maquia, que no envejece, y Ariel, que sí.
Ante todo nos encontramos con una producción de deliciosa factura visual y sonora, que hará las delicias de los aficionados a este tipo de películas, con una historia salpicada de una enorme sensibilidad gracias a las relaciones tan complejas y delicadas que narran, abordando temas como el significado de la maternidad, al amor, la vida y la muerte. Personalmente habría elegido a otro personaje distinto a la protagonista para narrar la acción, pero aún así el relato resulta interesante pero se queda a medio gas.
Mirai (Mamoru Hosoda, 2018)
El segundo plato de animación japonesa venía de la mano de Mirai, la nueva obra de Mamoru Hosoda responsable de títulos tan interesantes como Summer Wars, Wolf Children o El Niño y la Bestia. Una apuesta segura.
Kun, un niño mimado y consentido de cuatro años al que sus padres dejan de prestar atención cuando nace su hermana Mirai, empieza a sufrir situaciones en casa que nunca había vivido. Pero entonces, la versión adolescente de su hermana viaja en el tiempo desde el futuro para vivir junto a Kun una aventura extraordinaria más allá de lo imaginable.
Sensaciones encontradas las que me deja aquí el maestro de la animación, con una historia preciosa, entrañable, sobre lo que es para un niño crecer en una familia donde de repente uno se encuentra que ya no es el centro de atención, y que comienza de forma absolutamente deliciosa y delirante. Una obra encantadora que a medio metraje sufre un bajón importante y que tras el cual, a pesar de recuperarse considerablemente, nunca llega a las cotas de excelencia de su primera mitad.
Una pequeña joya que al final se queda en un diamante en bruto y de la que aún podrán disfrutar más y de forma muy especial aquellos que somos padres, ya que sacarán una lectura mucho más divertida y personal de su contenido. Una lástima que no aguante el tipo durante sus cerca de 100 minutos porque estaríamos sin duda ante el “Your Name” de este año.
The Dark (Justin P. Lange, 2018)
Había ganas de ver más cine de terror en el festival y The Dark parecía ser un título que recogía los ingredientes para dar una muy buena receta. Nos equivocamos.
Una joven muchacha sobrevive en un bosque tras haber sido asesinada tiempo atrás. Con un rostro totalmente deformado por los abusos que sufrió en el pasado, es consciente de que nunca podrá abandonar la zona en la que se encuentra, por lo que se alimenta de todo lo que se adentra en su “hogar”. Un día, un asesino en serie que se da a la fuga se tropieza con ella, convirtiéndose así en su última víctima. Sin embargo, la joven no cuenta con que, en el maletero de su vehículo, se esconde un niño que estaba a punto de sufrir las mismas penurias que ella. Sin saber muy bien qué hacer, decide mantenerlo con vida.
Cierto es que merece que se reconozcan sus méritos, especialmente por la delicadeza con la que trata un material que puede resultar ciertamente complicado como es esa transición de la infancia a la adolescencia y un valor como la amistad, pero parece que Justin P. Lange no termina de cogerle el punto a la historia ni le da la intensidad que su primer acto parece anunciar, quedándose finalmente un poco en tierra de nadie.
Y así cerramos nuestro primer fin de semana, en breve esto va a llegar a su ecuador y de momento las sensaciones no podrían ser mejores. ¡Mañana más!