Con la llegada de las navidades las carteleras suelen llenarse de títulos para toda la familia y, como el caso que nos ocupa, de cine de animación para que disfruten, especialmente, los más peques de la casa.
A diferencia de otros títulos como la reciente Coco de Disney Pixar, en Ferdinand encontramos un producto más ligero, en el que el público adulto difícilmente podrá aspirar a encontrar algo más allá del entretenimiento de consumo.
Eso sí, no nos engañemos, ya que tras su envoltorio facilón e intrascendente, si buscamos en su interior podremos hallar una bonita fábula de tintes animalistas, un canto a la naturaleza de preciosos valores para enriquecer la consciencia de los niños, y no tan niños.
¿Por qué Ferdinand?
El título está basado en la obra del escritor americano Munro Leaf, ‘The Story of Ferdinand‘ (1936) e ilustrada por Robert Lawson, que en su momento causó cierto revuelo en la órbita fascista de la época, llegando a ser prohibido en distintos países del continente.
Y es que la historia de un toro que en lugar de pelear prefería oler flores no pasó desapercibida para los políticos que comulgaban ciertas tendencias, debido a su contenido y alegato pacifista.
Además, no hay que olvidar que la propia Disney adaptó el cuento infantil al formato cortometraje bajo el nombre de El Toro Ferdinando en 1938, siendo premiada ese mismo año.
¿De qué va Ferdinand?
El argumento es el siguiente: Ferdinand es un toro sensible y nada guerrero. Él no es como los demás toros, que se pasan el día rebufando y corneándose los unos con los otros. Ferdinand prefiere oler las flores, sentado debajo de una encina, en lugar de competir en fiereza con los otros toros. No es cobarde, simplemente es pacifista, y debido a su fascinación por la naturaleza, se niega a luchar.
Como vive en España, allí, el sueño de todo toro es que le dejen participar en las corridas de Madrid. Pero esto no le interesa en absoluto a Ferdinand. Claro que todo cambiará el día en que se lo lleven a torear, cuando le capturen por ser el toro más grande, fuerte y rápido de toda la ganadería, y le obliguen a entrenar para combatir.
Decidido a regresar con su familia, Ferdinand se unirá a un grupo de inadaptados con los que vivirá una gran aventura. ¿Conseguirá Ferdinand cambiar su destino?
La cinta de Carlos Saldanha, al que conocemos de otros títulos como La Edad de Hielo (Ice Age, 2002), Robots (2005) o Rio (2011), puede que deje un calado de debate entre los aficionados a la tauromaquia y los defensores animalistas. Lo bueno es que probablemente bajo la mirada inocente de un niño, no sea más que una divertida aventura de un toro y su peculiar grupo de animales. Aún así, no podemos obviar que una vez bien entrada la película, el destino de estos se divide entre convertirse en cachos de carne del matadero o víctimas de una plaza de toros donde serán obligados a pelear, sufrir e, irremediablemente, morir. Ahí es nada. Con lo que las conversaciones que se pueden producir tras su visitando entre adultos e infantes pueden resultar de lo más complejas.
Los personajes
En cuanto al conjunto de personajes, todos los compañeros de Ferdinand en ‘La Casa del Toro’ son de lo más variopinto, desde el más cobarde al más valiente, funcionando muy bien a todos los niveles. Los divertidos personajillos que le ayudaran a lograr (o no) su objetivo, también resultan de lo más simpático, aunque quizás la esquizofrénica cabra que se convierte en una especie de entrenador personal de nuestro protagonista puede llegar a ser un tanto irritante, todo depende de los gustos y paciencia del espectador.
No corren la misma suerte el excéntrico trio hípico que, eso sí, protagonizan junto al resto de bovinos una animada y musical secuencia de lo más bailonga.
Una película divertida…
En definitiva, la nueva propuesta de Blue Sky Studios llega a nuestras carteleras con una buena dosis de diversión, aventura y, sobretodo, corazón, con un mensaje ecologista y pacifista que exigen cierto esfuerzo a la audiencia más adulta para dar respuesta a las preguntas que su desarrollo le puede llegar a plantear a los niños.
El diseño de personajes, la recreación de Madrid y su trasfondo tan blanco, le convierten en un notable producto navideño, si bien es cierto que la sensación de corto alargado en exceso le pasa cierta factura.
Aun así, Ferdinand resulta disfrutable y casi necesaria para los tiempos que corren.