El nombre de Kanye West se ha utilizado para muchas cosas. Ha sido una herramienta de evangelización y propaganda. También se le ha demonizado y condenado. Ha sido un instrumento político, ha opinado sobre lo inopinable, ha abierto caminos, ha destrozado otros, se ha hecho rico y famoso y, por momentos, lo ha tirado todo por la borda.
En lo musical, sin embargo, ha conseguido que la crítica se vuelva unánime a la hora de considerarlo como uno de los genios creativos más destacados del milenio. Y es que se trata de un artista que por mucho tiempo que esté desaparecido, se sabe que no tardará en volver con algo en las manos. Probablemente con un regalo.
Entre la altura y el dolor
Después de los últimos escándalos que habían sacudido su vida, parecía que también su monumento musical se vería derrumbado. La locura, los discursos erráticos en los conciertos, el apoyo a Trump disfrazado de discurso de librepensador, su ruina financiera y demás. Sin embargo, el talento sigue más intacto que nunca. Y no solo eso, sino que ha sabido integrar todos esos fracasos y problemas en su nuevo disco.
“Odio ser bipolar, es increíble”, esa paradójica frase (muy similar al I’m a fucking walking paradox, no I’m not de Tyler the Creator, otro de esos raperos americanos que no temen hablar de sus trastornos mentales) es una de las portadas. Como una especie de enfermiza tranquilidad lograda después de mucho escalar. De mucho escapar.
Lejos de utilizar su enfermedad mental como una suerte de excusa, la emplea como arma creadora y pública. Sin lugar a dudas el acto más valiente e inteligente que puede hacerse en esos casos.
Ese epígrafe sobre su bipolaridad coincide perfectamente con el resultado del disco. Un fondo de tristeza profunda y de rabia contenida, así como el intento de construir algo determinante en su obra y discurso. Y, después de años persiguiéndolo, de conseguir lo que sea que andaba buscando, ofreciendo un buen trabajo para todo su público. Es fácil encontrarse reconocido en mucho de lo que dice, apoyándose en ese poso común de tristeza desde el que emite voces y coros que vencen el silencio, la pasividad de la instrumental con extraña y pegadiza fuerza.
El discurso de Kanye West
No faltan los discursos y sermones en este disco (pensando, especialmente, en “I thought about killing you”). Salmos sobre ese nuevo mensaje con el que Kanye cree ser capaz de iluminar el mundo. No faltan ráfagas de ese pensamiento libre del que hace gala. Pero la diferencia drástica entre emitir esos mensajes como figura pública y como artista, es que en el primer caso los politiza, y cabe juzgarle con dureza. En cambio, en este contexto, no es un filósofo o pensador. Sencillamente se trata de un artista hablando sobre una actitud vital que puede gustar más o menos, e integrándolo dentro de su música.
Cómo escuchar ‘Ye’
A Kanye es importante escucharle siempre en clave de novedad. Como si fuese un viajero que acabase de llegar del Lejano Oriente. Trae historias, y por lo general no las hemos oído nunca.
Cada disco es un universo que explota con la primera nota y eclosiona y se apaga con la última. No hay un conjunto entre un álbum y el siguiente. Buena prueba de ello es que este no guarda demasiada relación con el anterior, ‘The life of Pablo’, un álbum en el que marcó una clara relación entre al música urbana y el arte contemporáneo. Algo que la mayoría de artistas, de Jay-z a Childish Gambino, han memorizado como un alfabeto.
Sus canciones siempre son demasiado largas o demasiado cortas. Dilatadas, extrañas. Parece que el final no llega nunca, o que llega cuando nadie se lo espera.
En un género tan cerrado como era el rap y la música urbana, ha sido difícil poder dar tantos pasos en esta dirección, y centrarse como se centra en la innovación artística y musical.
Pese a tratarse de una estrella de fama internacional, no abandona nunca esa vertiente estética que le impulsa a desarrollar un nuevo juego instrumental en cada nuevo álbum, un nuevo concepto.
Su música no está destilada todavía, no se ha prensado lo suficiente como para que sea consumible, estrictamente comercial. Salvo algunas canciones sueltas pensadas ya para el gran público.
Un trabajo de investigación
Hay una diferencia clave entre el 90% de los raperos restantes y Kanye West. Es como comparar prendas de Inditex con la pasarela de la firma de moda en la que se han inspirado. No son para ponerlas por la calle, son para generar ideas. Obra de autor con a.k.a. y apellidos. Es cine europeo.
Por lo tanto, hay que escucharlo casi como un experimento, con paciencia y bien atento. Hace música digna de imitación, pero no de copia.
En conclusión, el único problema de ‘Ye’, de Kanye West, es que no dure más. Por lo demás, la producción es excelente. Así como la novedad que introduce en sonidos y en composición. Es álbum colorido, coral y florido. Lo dicho. Igual que un regalo.