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“El Fin de la comedia” debe continuar

“Juan Echanove hace poco dijo la frase más gilipollas que yo he escuchado en mi puta vida. En una entrevista dijo: “¡Yo nunca seré un pederasta!” ¿Qué mierda de razonamiento es ese? “¡Yo nunca seré…!” Como si a él le costara un esfuerzo especial conseguir eso. La mayoría de la gente no somos pederastas, no es algo como para estar tan orgulloso de “¡Yo nunca seré…!” Qué quieres, ¿una medalla o qué? No, en serio, Juan Echanove no dijo eso. No lo dijo pero es gracioso pensar que lo hizo y, bueno, para eso estamos aquí, no?”

Así empieza El fin de la comedia, con una de las actuaciones del Ignatius Farray que conocíamos hasta ahora: ese monologuista grande y peludo que, como dicen, no es apto para todos los paladares del humor.

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Pero no es pelo todo lo que reluce. Bajo esta manta de comedia absurda se encuentra un personaje con problemas mundanos, amoríos fugaces y una tendencia natural a que las cosas le salgan mal. Es el Ignatius que reclama el dinero cuando acaba la actuación, no el que hace el Moonwalk sobre el escenario.

La verdad es que no cuesta nada empatizar con este personaje -“Nacho” para los amigos-, lo que resulta complicado a veces es diferenciar en qué situaciones debe uno reírse y en cuáles compadecer al protagonista. Supongo que ahí está parte de la gracia, nunca mejor dicho, de esta gran sitcom escrita por los showrunners Miguel Esteban, Raúl Navarro y el propio Ignatius Farray.

Se ha repetido en muchas ocasiones que El fin de la comedia es el Louie español, y no por la esbelta figura de sus protagonistas, sino porque ambas series tratan de cómo la vida de un Stand-Up Comedian puede ser tan graciosa o más que sus actuaciones. Hace tiempo tuve la ocasión de ver a Ignatius en directo y doy fe de que la ficción iguala o supera a la realidad en cuanto a la sensación de divertida incomodidad que provoca en el espectador.

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Creo que es inútil comparar El fin de la comedia con la obra protagonizada por Louis C.K., que por cierto estrena su 5ª temporada el próximo 9 de abril. Y es que, a pesar de que ambas ideas parten de la misma base, la marcada peculiaridad de estos cómicos hace inevitable que sean dos series completamente diferentes.

Otra sitcom que me ha venido a la cabeza al ver esta producción de Sayaka es la grandísima Seinfeld. Por dos motivos: por la manera en que las actuaciones se intercalan con los momentos de vida del humorista y, salvando las distancias, porque saben dibujar las dos tramas de cada capítulo de forma impecable.

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Me gusta el engaño al que juegan los creadores de la serie. En mi caso, como no sé hasta qué punto hace Ignatius de sí mismo, prefiero no oponer ninguna resistencia para ser víctima de esta trampa y creer que todas las bizarradas que ocurren en la serie son completamente autobiográficas.

El gran trabajo de los actores, algunos profesionales y otros no, se ha ganado mis respetos, cosa que a ti, como lector, seguramente te la pele. Lo que quizá no te cause tanta indiferencia es saber que en El fin de la comedia aparecen referentes del mundo del humor como Javier Cansado, haciendo de vecino huraño, o Joaquín Reyes, entre otras sorpresas.

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El fin de la comedia es la mejor serie de humor producida en España desde Médico de familia y ¿Qué fue de Jorge Sanz? (esta última va en serio), de David Trueba. Es curioso el éxito de las series que han seguido la fórmula de explicar la cotidianidad ficticia de un humorista o, en el caso de Jorge Sanz, de un actor venido a menos. Imagino que la razón principal radica en que la comedia es más efectiva cuando el público se siente identificado con el personaje, incluso cuando se trata de alguien como Ignatius.

Quiero dar un fuerte aplauso, y de hecho estoy aplaudiendo yo solo delante del ordenador, a la valiente apuesta de Comedy Central, una cadena que, con programas como La lista tonta o Corto cambio, se atreve a crear contenido propio de calidad a diferencia de las generalistas (véase Alatriste. O mejor, no véase).

En fin, que si sois seguidores de Ignatius Farray aquí tenéis una serie os va dejar con el culo hecho pepsicola. Y si no lo sois, estos seis capítulos son la mejor carta de presentación para conocer a un tío que tiene pelo en todas partes del cuerpo menos en la lengua.

Esperemos que El fin de la comedia no acabe aquí. ¡Alright!

 

Artículo escrito por Aitor Ormaetxea.

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