“El jardín de senderos que se bifurcan es una imagen incompleta, pero no falsa, del universo tal como lo concebía Ts’ui Pên. A diferencia de Newton y de Schopenhauer, no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas la posibilidades.”
Como el cuento de Jorge Luis Borges, Ahora sí, antes no (2015), siendo una obra menor y discreta, contiene una tan sutil como buscada ambición poética: observar las posibilidades que nos ofrecen los senderos bifurcados que nuestra fortuita existencia nos brinda. El director y guionista del filme Sang-Soo Hong nos muestra, hasta en dos ocasiones, con un minimalismo narrativo muy conseguido, un mismo encuentro entre dos personas: un conocido director de cine independiente y una introspectiva pintora.
Ahora sí, antes no (ojo con el título original: Ji-geum-eun-mat-go-geu-ddae-neun-teul-li-da) es el decimoséptimo largometraje del realizador surcoreano, que nada tiene que envidiarle al rendimiento del neoyorquino Woody Allen, considerando que su primer largometraje, El día que un cerdo cayó al pozo, tiene tan solo dos décadas de edad.
Sang-Soo Hong es un director poco conocido por las grandes esferas, con una filmografía abundante pero que pasa poco menos que discretamente por las salas de cine. A pesar de ello, es uno de los artistas con más renombre de Corea del Sud y se encuentra, des de sus inicios, como un nombre habitual en los festivales independientes de cine internacionales (Gijón, Cannes, Berlín, etc). Aunque aún no ha encontrado el reconocimiento del público (que bien se merece), parece ser que no es la prioridad del artista, que prefiere centrarse en el microuniverso narrativo y las moralejas humanistas que sus obras encierran.
Con Ahora sí, antes no, Hong redefine de forma muy singular el ajado clásico “chico conoce a chica”, con el aliciente narrativo de contemplar el mismo encuentro dos veces. Así que sí, la pareja vive dos experiencias similares y a la vez totalmente distintas, con la diferencia de pequeños detalles que ayudan a construir o destruir la comunicación entre ellos. El fortuito encuentro de la pareja funciona como metáfora sobre las relaciones humanas y la inevitable trivialidad que marca en esencia nuestras vidas.
En todo caso, Hong juega con las posibilidades que conlleva revivir el encuentro, jugando, a partir del ecuador del filme, con la información que nos ha ofrecido en la primera mitad. El espectador ya conoce (un poco) a los jugadores: no nos son desconocidos y sabemos cuales son los obstáculos que se han encontrado y podrían detenerlos de nuevo.
Sin ánimo de desvelar el argumento, cabe destacar la lección que nos brinda el metafísico experimento: en la relectura son más honestos, más puros, más frágiles y más cercanos; ingredientes con los que, puede, encontremos una tan auténtica como efímera historia de amor.
Con ello, Hong nos descubre un interesante microcosmos definido en un fugaz y nada almibarado encuentro, funcionando delicadamente gracias a la comparación y la repetición. Su cuento nos hace reflexionar sobre cuan banal es la vida y con qué fragilidad tomamos (pocas veces intencionadamente) un camino u otro a seguir.
Como el relato borgesiano, Ahora sí, antes no dibuja, con sumo cariño y una arraigadísima humanidad, las infinitas posibilidades que nos ofrecen los senderos que podemos tomar en la vida, usando algo tan pueril (y hermoso) como el accidental encuentro entre dos desconocidos. Un jardín donde vale la pena perderse.