El señor Charlie Kaufman es un pintor de historias y sus cuadros están teñidos por una peculiar pigmentación existencialista: ¿en qué consiste ser humano? ¿En qué consiste sufrir, estar vivo?
Con Anomalisa (2015), el introspectivo artista repite como director y guionista tras su ópera prima, Synedoche, New York (2008). En esta ocasión, sin embargo, el cineasta no está solo, ya que ha contado con una talentosa ayuda en el desarrollo de ambas artes. Para artificiar la historia ha encontrado la colaboración de Dan Harmon, el creador de la cachonda e interrumpidísima Community. Por otro lado, como camarada de armas tras la cámara ha contado con el prácticamente desconocido Duke Johnson, un director especializado en la animación stop-motion que ha contribuido en la realización del filme con su bonita y particular seña de identidad.
En Anomalisa observamos dos días en la vida de Michael Stone (David Thewlis), un exitoso escritor de libros motivacionales (luego viene la ironía) orientados al servicio al cliente. Stone va a Cincinnati en un viaje de negocios para dar una charla en el mismo hotel donde se hospeda. Durante varias horas, se desliza por el frío y claustrofóbico cosmos del edificio, que calza de maravilla como marco del sombrío relato. Stone se pasa ese tiempo planteándose preguntas sin respuestas, cogiendo el relevo introspectivo de otros hijos de Kaufman como Joel Barish (Olvídate de mi, 2004) o Charlie Kaufman (Adaptation, 2002). Sí, su álter ego metanarrativo.
¿Por qué vale la pena existir? Michael Stone ya no encuentra un lazo con nadie ni sentido a nada. Todo está esculpido por un mismo patrón de paleta grisácea, y la monotonía se ha convertido no sólo en un estilo de vida para el escritor, también en su forma de percibir el mundo, un rutinario y vacío mundo donde todas las personas malviven con la misma cara y se lamentan con la misma voz.
Hasta que aparece Lisa: la chica de aparente vulgaridad física e intelectual que Stone ve excepcional hasta en el más ínfimo de los detalles, una anomalía en su distopía personal (de ahí el título). Su rostro se distingue del resto de máscaras y su voz resuena como un canto de sirena con el suave timbre de Jennifer Jason Leigh, en lugar de la árida voz de Tom Noonan que habla por el resto de los mortales ¿Qué hace de esta mujer distinta a los demás? ¿Es genuinamente única o se trata de un reflejo de Stone buscando un resquicio de luz en su oscura realidad?
El onirismo se vuelve a mostrar como un componente imprescindible en su cine, rozando el surrealismo con una continua y sutil danza entre la realidad y la fantasía. Los sueños no sólo se tienen en posición horizontal, forman parte de la vida tanto como la realidad misma: no prescindimos de un somnífero, nos vale con una mente despierta (valga la ironía) y un musculado existencialismo arraigado en nuestra red neuronal.
Los personajes de Anomalisa son muñecos antropomórficos, recurso ya usado por Kaufman en Being John Malkovich (1999) y que podría bien tratarse de una metáfora sobre una sociedad esclava de si misma como de un androidismo patológico por parte del guionista. En esta ocasión, sin embargo, los muñecos no tienen hilos que guíen sus movimientos, un deus ex-machina que decida su destino. Éstos son jueguetes hiperrealistas, autómatas y con la independencia de un ser humano real. Con ello, Kaufman consigue que nos situemos en una incómoda polaridad moral, empatizando con el dolor y la soledad de Stone a la vez que sentimos un rechazo hacia el ser pseudo-humano que nos imita sin ser uno de los nuestros. Nos atrae y repugna por lo que es: una irritante y fascinante rareza.
Kaufman, con la ayuda de Harmon, se adentra de nuevo en un laberinto sin salidas aparentes pero lo suficientemente fascinante como para perderse a voluntad. Con Anomalisa nos angustia y mucho, y en ocasiones hasta repugna, pero no aburre (¿alguna vez lo ha hecho?). La trama es como todas sus historias anteriores: humana a la par que opresora, con pretensiones metafísicas y respuestas ambiguas de postre. Una mente a tener en cuenta, la de este hombre.
Así que no te lo pienses: si eres un ser humano y tienes sentimientos, este raro pintor de cuadros tiene algo que contarte.