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Birdman

Rigan Thomas (Michael Keaton) triunfó en el pasado interpretando al superhéroe “Birdman”, y al igual que le ocurrió al propio Keaton con Batman (Batman – 1989, Batman Returns – 1992), su nombre quedó ligado al del personaje por siempre jamás. El auge y la caída de su carrera, la gloria y la decadencia como artista, su papel como padre y esposo, y sobre todo una cavernosa voz interior (personificada por el propio Birdman) escenifican un campo de batalla psicológico a pocas horas del preestreno de la que podría ser su ultima oportunidad de recuperar el triunfo perdido, una dramática y prestigiosa obra de Broodway, que él dirige, produce y protagoniza. Por ella apuesta todas sus energías, sus ilusiones, su dinero y su vida, aun siendo consciente de el atolladero en el que se mete.

Birdman_o_la_inesperada_virtud_de_la_ignorancia-594952048-largeLas entrañas del teatro funciona casi como la propia mente del protagonista, una colmena llena de ideas, enfrentamientos, ego, amor, deseo, rabia y derrota. La sensación de ratonera viene potenciada por la utilización del (falso) plano secuencia, que persigue a los personajes sin descanso recorriendo estrechos pasillos, saltando de camerinos a decorados, vestuarios y azoteas, mezclando ensayos con la vida real y la vida real con la imaginación del protagonista. La utilización de la secuencia también viene justificada por el propio teatro, donde somos meta-espectadores de ensayos y representaciones sin que un cambio de plano nos rompa la ilusión creada.

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El caos que Thomas tiene en la cabeza y los dilemas a los que se enfrenta contagian rápidamente al espectador, y no solo por el recurso comentado del plano secuencia, si no por la música casi improvisada que nos acompaña en todo momento, casi como un personaje más, en forma de batería de jazz (virtuosa y maldita a partes iguales) que nos golpea en la nuca con el retumbar espontáneo de bombos y platillos.

El resto de personajes que pueblan el teatro tampoco ayudan mucho a que nuestro protagonista encuentre su camino vital. Por el camerino y la vida de Rigan Thomas van pasando críticos, familiares, amigos, ayudantes y un safari de seres desconcertantes que convierte la calle de los teatros en una jungla para el hombre inseguro. Emma Stone, Zach Galiafianakis y Naomi Watts (y en general el resto de actores) se esfuerzan por ser algo más que un nombre en un cartel de cine y consiguen que cada aparición tenga personalidad propia. No nos encontramos ante un historia puramente coral pero desde luego todos esos personajes que orbitan alrededor de Rigan Thomas acaban influenciándole en mayor o menor medida. Atención especial a un Edward Norton que encarna a un prestigioso actor del método y que convierte automáticamente cada una de sus apariciones en momentos remarcables de la película.

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Alejandro González Iñarritu (Amores perros, 21 gramos, Babel…) dirige y participa en el guión de esta perturbadora historia, que no es una tragicomedia onírica como uno puede malinterpretar al ver los trailers, ni un drama sobre el envejecimiento del talento salpicado con toques de humor, ni una reivindicación sobre la libertad creativa o la gloria pasada en clave de blablabla. Es fácil entender la historia que te están explicando, pero exige que pongas de tu parte para transformar todas esas piezas en lo que tu quieras (o necesites) que sea. Es ese tipo de historias que cada uno contará a su manera, omitiendo detalles que le son innecesarios y centrándose en lo que mas importancia tiene para él. Y no hablo de hipótesis, ni sobre si lo que estamos viendo en pantalla es realidad o ficción, me refiero a…

9/10

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