Hace ya unos días que podéis acercaros al cine y ver Joy, la nueva película de David O. Russell, director de El lado bueno de las cosas y La gran estafa americana. Esta vez la pantalla la vuelven a llenar sus actores favoritos; Bradley Cooper, Robert De Niro y Jennifer Lawrence, aunque toda la historia se centra en esta última (hay artículos por Internet que dicen que el director hizo ese papel a la medida de ella y en su honor). La historia trata sobre Joy, una mujer que debe tirar de su caótica familia y luchar en el injusto y difícil mundo de los negocios, pues tiene una idea que quiere defender hasta la muerte. El trailer español es uno de esos que te explican media película, pero también te dejan con ganas de más.
El lado bueno de las cosas es una de mis últimas películas favoritas, y tuve el honor, hace un par de años, de asistir a una conferencia del guionista (el propio director), en la que se hablaba de cómo hacer buenos personajes para tus historias. Me enamoré del de Jennifer Lawrence en esa película, y de su tan brillante interpretación de esa locura irónica. Russell habló, obviamente, del baile del final del film (cuidado que es un spoiler), y de cómo resultaba perfecto debido a su pequeña imperfección. Desde entonces, esa escena es una de mis favoritas, y David O. Russell se convirtió en un modelo a seguir.
Entonces, ¿Por qué Joy me ha decepcionado más que otra cosa?
¡ALERTA SPOILER!
Creo que Russell creó un personaje que le fue grande a Jennifer Lawrence, y la trató como si ella fuera la nueva Meryl Streep. Pero Meryl Streep no se construye de la noche a la mañana, ni con cinco películas a la espalda. El poder que tiene el personaje de Joy es demasiado para los hombros de Jennifer Lawrence que, juntamente con el sentimentalismo extremo y forzado del conjunto de la película se hace demasiado poco creíble. Y sí, la vida es muy dura, pero ponerle tantos obstáculos a tu personaje puede jugar en tu contra. Además, el conocido como “punto de mierda” (en términos de guión es el momento en el que peor situado está el protagonista) no pilla por sorpresa a nadie; que la compañía que fabrica las piezas de la mopa le esté robando la patente. Esto lo esperamos desde el principio, cuando el personaje de Tony dice algo como “¿No es sospechoso que lo fabriquen y tengan un producto similar?”; nos lo dicen para que luego todo encaje, pero nos dan demasiada información y cuando llega el momento, no nos sorprende para nada.
Hablando de otros personajes, Robert De Niro hace el mismo papel que en El lado bueno de las cosas, y vamos a ser honestos, nos encanta. Otros muchos personajes secundarios son muy interesantes y el de Bradley Cooper se lleva la palma. Para mí, es el mejor de toda la película; fuerte, interesante, con muchos defectos y hecho sin afán de grandeza. Lo borda. ¿El peor? Trudy, el interpretado por Isabella Rossellini que, aún dándole vida una musa del cine, es plano, muy ridículo y a veces hace cosas que no tienen sentido (como por ejemplo cuando firma el contrato con la fábrica de piezas tan despreocupadamente, cuando está muy concienciada con el dinero que está gastando de la herencia de su marido).
En general, creo que David O. Russell sabe acercarse a temas complicados y reales, pero desde la comedia. Puede hablarte de lo jorobadamente difícil que es la vida, pero siempre que no se ponga muy serio. Si quiere que el espectador se conmueva y se ponga sentimental, la cosa se le va de las manos. Pero en sí, la historia es interesante y con un personaje muy fuerte. Quizás es demasiado fuerte y sin ninguna imperfección para ser alguien real.