‘El viaje de Arlo‘ es una pequeña joya con espíritu de cortometraje que algún valiente decidió convertir en algo más. Para Disney/Pixar será una película menor, tanto en ambición como a nivel de marketing, pero la suerte o el talento ha querido insuflarle a esta sencilla historia algo especial.
‘El viaje de Arlo’ (‘The Good Dinosaur’, Peter Sohn, 2015) ha tenido un desarrollo tan accidentado como el periplo del propio protagonista. La película sufrió un retraso de un par de años que el estudió utilizó para darle la vuelta al argumento y comenzar prácticamente de cero (si queréis curiosear no os será muy difícil encontrar por ahí los diseños de personajes que iba a tener esa versión). Visto el resultado, algo me dice que en algún momento de la producción se decidió echar el freno y convertir ‘El viaje de Arlo’ en una película de segunda linea que pudiese complementar un estreno más sonado durante el mismo año.
La película no ha generado las mismas expectativas que otros pesos pesados como ‘Up’ (‘Up’, Pete Docter y Bob Peterson, 2009) o ‘Del revés’ (‘Inside Out’, Pete Docter y Ronnie del Carmen, 2015), volando por debajo del radar desde 2011. La historia de Arlo no nació para vender muñecos ni para que los niños cantasen sus canciones a todas horas. Su objetivo es mucho más sutil y probablemente tardará en dar sus frutos. ‘El viaje de Arlo’ es un puente perfecto entre las primeras (y sencillas) historias a las que se enfrentan los más pequeños de la casa y las demoledoras (y oscuras) joyas que Pixar se saca de la manga cada X años.
El bueno, el feo y Arlo
Arlo es un dinosaurio, débil y asustadizo, que vive con su familia en una pequeña granja aislada del resto mundo. Cuando se ve arrastrado lejos de su hogar deberá de encontrar la forma de volver a casa, enfrentándose a todo tipo de peligros durante el largo viaje. En su camino se cruzarán personajes de los más dispares, algunos tan extraños y dementes que parecen sacados de un sandbox de Rockstar (como ‘Red Dead Redemption‘).
Una película pintada a mano
Las primeras pinceladas que se dibujan en pantalla parecen panorámicas sacadas de un cuadro de artistas como Charles Schreyvogel o el espectacular Frederic Remington, especializados en retratar la vida en la frontera americana. Los paisajes gozan de un acabado impecable y realista, transportándonos inmediatamente al lejano oeste y haciéndonos dudar por momentos de si lo que estamos viendo es realmente digital.
La luz, las nubes esponjosas sobre un cielo azul, las praderas de hierva amarilla salpicadas de piedras grises, el ganado marchando hacia un horizonte rojo, las charlas alrededor de una hoguera, las formaciones rocosas sobresaliendo por encima de los bosques… todo parece sacado de un oleo de Charles M. Russell, cogiendo totalmente por sorpresa a todo aquel que no esperase un espectáculo semejante.
Sorprenden también algunos planos que salpican la película, puramente ambientales, que tan extraños son en producciones infantiles. Las maravillosas imágenes están casi siempre acompañadas de una banda sonora tan tranquila como el lamento de una guitarra, pero que por momentos arranca con la fuerza de películas como ‘Los siete magníficos‘ o ‘El último mohicano‘. He dicho “casi siempre” porque la dirección extrañamente contemplativa de ‘El viaje de Arlo’ está plagada de silencios dramáticos y momentos donde la música desaparece por completo (ese Arlo saliendo del agua es de lo mejor de la película).
El western de Pixar
Y es que ‘El viaje de Arlo’ tiene alma y forma de western clásico en cada uno de sus elementos, así que cuando entran en escena esos dinosaurios blanditos y graciosos (con un diseño que puede resultar polémico) uno no puede hacer otra cosa que empezar a sospechar de las oscuras intenciones de Disney/Pixar, expertos en torturar al publico adulto con alguna que otra escena dramática. Y no tarda mucho en confirmarse nuestros temores.
Disney y Pixar parecen disfrutan con el drama, recreándose una y otra vez en las desgracias que empujan a sus protagonistas hacía la aventura. La historia de Arlo nos mantendrá toda la película con un nudo en la garganta, y aún siendo evidente y previsible consigue emocionar siempre que se lo propone (la escena con niño y dinosaurio dibujando en la tierra puede es un mazazo marca de la casa).
Aunque el western es parte del ADN de la película también recuerda a otras películas como ‘En busca del valle encantado‘ y ‘Buscando a Nemo‘ o clásicos de Disney ‘El Rey Leon‘ y ‘El libro de la selva‘. No estamos ante la película más original del estudio, ni tampoco es un producto ambicioso, pero tiene un encanto especial que maravillará a los que disfruten con sus referentes.
8,5/10
9/10 (si eres del club de fans de Charles M. Russell)