Ático sin ascensor (5 flights up, en versión original) parece una película con una historia mona, que sin ser nada del otro mundo nos enamora por lo que en ella reluce como el oro; Diane Keaton y Morgan Freeman como pareja. Y podríamos pensar; seguro que este es el típico cine de personajes bien construidos que no necesitan de ornamentos y giros de trama espectaculares en los que apoyarse. Pues no. Y aquí os contestamos a la pregunta;
¿Por qué Ático sin ascensor es una película que ni fu ni fa?
Un mal retrato del paso del tiempo
Es simple; una pareja de ya veteranos en la vida busca un nuevo apartamento porque creen que el suyo es para la gente joven que, una vez fueron, pero ya no son. El tempus fugit, los reyes destronados, todo gira en torno a lo que se pierde con los años. No obstante, esto se explica de una forma facilona, pues el relato trata sobre la tercera edad, aunque parece que el guión lo haya escrito alguien de 20 que no tiene ni idea de lo que es estar jubilado; todos son topicazos y bromas fáciles sobre la gente mayor, las tecnologías o las nuevas generaciones.
Una pareja artificial
En cuanto a los personajes, Ruth y Alex no llegan a empatizar, y si lo hacen es porque Diane Keaton y Morgan Freeman ya tienen un trocito de nuestro corazón robado. A Keaton ni si quiera le queda bien ese personaje (y lo digo con todo el dolor de mi corazón), mientras que Freeman consigue ser un viejo tozudo y adorable, pero se queda ahí.
Los personajes recurrentes tienen más rarezas interesantes, aunque a veces se vuelven ridículos por haber querido hacerlos tan raros. La pareja con el perro (una tan tonta y la otra tan artificialmente malhumorada), la mujer que escribe libros sobre las “open house” a las que asiste, la madre que se tumba en la cama y su hija, etc. Estas últimas son las únicas que llaman la atención, y en un momento llegas a pensar que Alex y la pequeña entablarán una amistad de niño-viejo que ya está muy vista pero que no deja de ser adorable si se trabaja bien. Pero que va, la cosa se queda en dos escenas. El mejor personaje de toda la película es el de Lily, la agente inmobiliaria que ayuda a los protagonistas a vender su piso, interpretado por Cynthia Nixon. Es carismática y pasional. Una workaholica.
La metáfora del perro
¿Qué pasa con el perro? ¿Qué se supone que nos quiere decir con esta subtrama que queda ahí como una seta? Lo que se supone que es una metáfora de superación, del espíritu luchador que todos tienen en la casa, está mal introducida y queda un poco apartada del resto de los hechos de la película. Si lo pensamos, hubiera funcionado igual sin el perro (¡Y mira que me gustan los perros!), porque su pequeña historia sólo es una reafirmación de la trama principal. Aunque sí, es monísimo.
Música y voz en off peliculeras
El mejor profesor que he tenido me dijo una vez; “la voz en off es para los que no saben explicar con las emociones de los personajes”. Y un poco cierto sí que es. Vale más una buena y poderosa imagen que una voz en off pastelosa que te saca completamente de la película. Aquí es un añadido a todo el mix que hemos dicho antes, así que le hace un flaco favor a la película. Y la música es demasiado obvia; aparece en los momentos en los que estamos obligados a enternecernos, o cuando una frase lapidaria sale de la boca de Freeman (que es el de la voz en off), y lo peor es que nos damos cuenta.
Con una trama tan sencilla y unos personajes tan estereotipados, la película se nos hace lenta a pesar de ser 90 minutos, pues se pasan el rato pensando, mirando, que si vendiendo, que si comprando, que si llamando al veterinario, que si viendo las noticias…No digo que la esencia de la película sea mala, al fin y al cabo tiene momentos graciosos y nos habla de aquello que tanto nos aterra; ser adelantados por la juventud. Es un poco como Mientras seamos jóvenes (película de la que hablamos la semana pasada, y que podéis cotillear AQUÍ), pero relajándose demasiado por el hecho de tener a dos gigantes en pantalla. Pues bien, eso no lo es todo.