“Confidencias a Alá” es una obra que pone de manifiesto eso de que el teatro tiene esa capacidad que otros géneros no tienen para conectar con el público y hacerles sentir empatía.
“Un día, mi madre, la pobre, me dijo que lo más haram –pecado- en esta vida era dejar de ser virgen. Su padre se lo dijo. Su marido se lo confirmó. Yo habría dado cualquier cosa por no decepcionarla, pero el Raïbi Jamila -marca de yogur- siempre estuvo por encima de todo. Creo que incluso por encima de Alá. No es que compare a Alá con un Raïbi, no tendría sentido alguno. Solo digo que el Raïbi me deja un sabor dulce en la boca mientras que Alá, hasta ahora, no me ha dejado nada de nada. Estoy algo mosqueada con Alá por dejar que me pudra en este agujero de ratas. A la derecha, hay montañas; a la izquierda, más montañas. Y en medio estamos nosotros, nuestra jaima de piel de cabra y nuestro rebaño de ovejas. Soy yo quien se ocupa de ellas. Las quiero mucho. Son graciosas y muy bonitas. Es cierto que suelo gritarles, pero es que no sé expresarme de otro modo. No existe otro modo de expresión en mi casa”.
Así empieza esta obra basada en la novela de Saphia Azzedine e interpretada en la Sala Atrium por Mireia Trias y Judit Farrés, que cuenta la historia de Jbara, una joven pastora musulmana que vive junto a sus hermanos y padres en un pueblo perdido en las montañas del Magreb.
Jbara es una chica terriblemente pobre, a la que además de esa desgracia se le suma el hecho de que es tratada por su ignorante y cruel padre como una criada, y que a veces se prostituye con algunos pastores de pueblos cercanos para poder disfrutar de al menos algún dulce.
Lo único que tiene es belleza, pero ¿de qué le sirve encerrada en las cuatro paredes de su tienda, o rodeada de sus ovejas? Sin embargo, su vida cambia de forma radical, cuando un día cae frente a ella una maleta proveniente de un autobús de turistas que ella veía pasar de vez en cuando, y le provocaba toda clase de ensoñaciones. A partir de aquí Jbara se abre a un mundo nuevo y emprende una nueva vida, sin embargo, no sin múltiples dificultades, de las que sale y vuelve a entrar sin escapatoria, usando lo único que tiene, su belleza, pero pagando grandes precios para sobrevivir en un mundo hostil.
Confidencias a Alá: Crítica social, humor y versatilidad
“Confidencias a Alá” es una obra terriblemente dura, sincera y algo políticamente incorrecta –ha sido cancelada en algunos lugares-, que a la vez goza de un gran toque de esperanza, fuerza y humor. Una obra reivindicativa, un grito contra las verdades impuestas y un testimonio de lo difícil que puede ser ser mujer, luchar por ser libre y mantenerse firme en un mundo de hombres e imposiciones y opresiones religiosas, culturales y políticas que no te beneficiarán nunca. Una obra que da voz a la realidad de las mujeres silenciadas por el machismo y el fanatismo.
Representada en la Sala Atrium, una pequeña y sobria sala con luz ténue que contaba de un decorado rojo que consistía en un sofá pequeño a un lado y dos aperturas a forma de puertas, la potencia de “Confidencias a Alá” no necesitaba de adornos, residía en la maestra puesta en escena de sus únicas dos actrices, Mireia Trias y Judit Farrés. Vestidas únicamente con unas camisetas, unas faldas y unos zapatos, que iban y venían, interpretaban con mucha valentía –Mireia tiene un momento muy delicado- y talento –Farrés interpretaba a distintos personajes, la música e incluso controlaba el audio con la tabla de mezclas-.
Un muy buen texto, tratamiento y planteamiento el de “Confidencias a Alá“, obra que ha triunfado por toda Francia y ha recibido muy buena crítica en nuestro país. No quedas indiferente, puesto que sientes la desesperación de Jbara y te das cuenta de lo afortunado que es el mundo occidental. Una obra muy recomendable que entretiene y hace reflexionar con su mensaje.