Una de las mejores series del panorama televisivo actual, vergonzosamente ninguneada por la crítica. Gracias a Dios (o, más bien, al inmenso talento de los creadores de la serie) es contundentemente respaldada y fielmente seguida por un amplio público. Y ello se traduce en las ya 10 temporadas que llevan en antena y en la reciente renovación de dos temporadas más, convirtiéndola en una de las series más longevas de la televisión americana actual. Así que aquí os dejo un breve artículo sobre esta serie para los que no la hayáis visto (o para los que os lo estéis pensando) para convenceros de por qué se merece vuestra fiel atención seriéfila.
Colgados en Filadelfia (It’s Always Sunny in Philadeplhia) es una serie de humor negro negrísimo sobre un grupo de amigos (y fracasados) que regenta una taberna irlandesa en el sur de la metrópolis norteamericana, y sus múltiples y surrealistas intentos para salvaguardarse de la quiebra. En un inicio, los propietarios son cuatro treintañeros: Mac (religioso, hipócrita, homosexual en proceso y “maestro” en artes marciales), Charlie (estúpido a la par que sabio, anárquico, analfabeto y, básicamente, loco), Dennis (psicótico, manipulador, bipolar y donjuán), y la hermana melliza de este último, Dee (aspirante a actriz con bajísima autoestima y ninguneada por el resto del grupo). Ah, todos ellos alcohólicos.
En la segunda temporada se les une Frank (Danny DeVito), el padre de Dennis y Dee, un importante hombre de negocios que ha decidido darle una vuelta de tuerca a su vida y unirse a la “tranquila y despreocupada” vida de sus hijos, adaptándose a la perfección a la inexistente escala de valores que define las vidas de éstos.
Los cinco curiosos y variopintos personajes se dedican a pasar el día cerveza en mano buscando formas de conseguir dinero, fama o cualquiera que sea su alocado objetivo de esa semana. El problema radica, aparte de en la estupidez de sus planes, en que suelen seguirlos dejándose guiar por su propio y único interés personal, pisándose constantemente entre ellos para conseguir sus objetivos y destruyendo las vidas de cualquier persona que se mueva en un radio demasiado cercano a ellos, como si del epicentro de un implacable terremoto se trataran. Son maleducados, egoístas, racistas, homófobos, misóginos y, simple y llanamente, unos hijos de mala madre (tranquilos, que en la serie no os toparéis con eufemismos de ninguna clase).
Pero aunque el humor negro y el gamberrismo sea su carta de presentación, Colgados en Filadelfia se tiñe de una inteligente y no menos explícita sátira a la sociedad actual. En esta serie no hay tabús que valgan, así que no se dejan ningún tema sin tocar: religión, matrimonio homosexual, aborto, immigración, eutanasia, corrupción política, homofobia, incesto, paganismo, tráfico de armas, canibalismo, enfermedades mentales, drogas, pederastia… Acabarás a carcajadas saboreando temas que suelen airear debates y controversias por todo el mundo. A eso se le llama apuntar fino y dar en el blanco.
Y creedme, que todo este puré de crítica social, parodia, humor negro y gamberrismo entra como agua de mayo. Los episodios son visualmente dinámicos y con argumentos rápidos, enmarcados con una alegre y colorida música clásica que contrasta agudamente (un poco como todo en esta serie) con la violencia visual a la que nos están exponiendo. Además, que en ninguna otra serie encontraréis peor (ergo, mejor) abanico de personajes secundarios: psicópatas, drogadictos, vagabundos prostitutos, curas salidos, gemelos incestuosos, asesinos o, en general, desequilibrados de toda índole y clase.
Más adelante escribiré algún que otro artículo sobre Colgados en Filadelfia y sus múltiples virtudes. Pero hasta entonces, haceros un favor y empezad a mirarla.
Lo dicho, lo mejor del humor negro con la peor mala leche. Si eso es lo que os va, con esta pandilla de energúmenos gozaréis como nunca.