¿Os apetece ver una película con un guión espectacular? ¿Un elenco de personajes profundos y complejos? ¿Un trabajo de estilo de las mentes que te trajeron Matrix? ¿Una película con espectaculares efectos especiales? Pues bien, El Destino de Júpiter (Jupiter Ascending) tiene los efectos.
Channing Tatum disfrazado de elfo espacial con mechas debería haber sido más que suficiente para tirarme atrás. Qué le haremos, a veces soy demasiado optimista. Tenía fe en que los hermanos Wachowski podrían haber hecho algo de provecho, aunque la primera impresión que daban con este filme era más el de una bromilla del dúo antes que una película con serias intenciones narrativas.
Los de Chicago tocaron un techo muy alto con su segundo filme como directores. Matrix (1999) supuso un éxito cinematográfico a todos los niveles y un espléndido ejercicio de estilo. Marcó un antes y un después en el marco del género de ciencia ficción. Desde entonces sigo esperando inocentemente a que reaparezca ni que sea una sombra de aquello.
Empezaron el “descenso” con las secuelas de Matrix, Matrix Reloaded (2003) y Matrix Revolution (2003). Luego remontaron con los guiones de The Animatrix (2003) y V for Vendetta (2005) (aunque sé que muchos creéis que es algo peor a un panfleto propagandístico y una aberración del cómic original, a mi me compró). Los últimos dos filmes, Speed Racer (2008) y Cloud Atlas (2012), los tengo en la lista de pendientes, y aunque no he oído maravillas de ninguna de las dos no puedo opinar.
Pero con Jupiter Ascending lo hacen ABSOLUTAMENTE TODO MAL. La premisa es muy similar a la de Matrix: una persona “normal” vive (sin encajar) en el mundo contemporáneo tal y como lo conocemos, hasta que un buen día descubre que nada de lo que le rodea es como parece y ella ocupa algo así como una pseudofigura de “elegido” al que todos quieren cazar (para bien o para mal). Hasta aquí aún podría estar bien, pero a diferencia de la saga de Neo y compañía el último filme de los chicagoenses no tiene una trama sólida, la protagonista parece lela (se pueden contar con los dedos de una mano los personajes de la película que no llegan a manipularla) y, lo peor de todo, está repletísima de incongruencias de principio a fin (¿alguien me explica el personaje de Sean Bean?).
Al final lo único que queda es un insípido espectáculo pirotécnico al más puro estilo hollywoodiense: persecuciones aéreas por las calles de Chicago, nebulosas arcoiris, flotas enteras de naves espaciales multiformes, rarezas animales y planetas a la otra punta de la galaxia. Pero creedme, para eso miraros antes otras películas recientes del género como Guardians of the Galaxy (2014) o Interstellar (2014), o meteros en la pastelosa saga Crepúsculo, que viene a ser lo mismo a escala interplanetaria pero como mínimo te lo dicen a la cara.
Lo dicho, mucha forma y poco contenido. Los Wachowski están a años de luz de lo que fueron.