Suele ser difícil para una película de comedia llevarse la estatuilla a Mejor Película en los Oscar. Los académicos suelen preferir el género dramático y así lo han demostrado a lo largo de los más de 80 años de historia de los premios. A pesar de ello, este año se ha impuesto la comedia negra Birdman por delante de Boyhood, Foxcatcher y The Imitation Game, e incluso superó la que había ganado el Globo de Oro a Mejor Película en la categoría de comedia, The Grand Budapest Hotel. Aunque la decisión no sea de mi agrado (Boyhood me pareció un hito cinematográfico en todos los sentidos) me congratulo de que por una vez una comedia (¡y negra!) gane la carrera por conseguir la preciada estatuilla. Muchas películas han quedado relevadas a un segundo plano por provocar risas en vez de lágrimas, tanto en los Oscar como en los BAFTA, los César o los Goya; y es una pena.
Así que con esta idea en mente me ha picado el gusanillo y he decidido hacer una lista con mis películas de comedia favoritas de todos los tiempos (de las que seguramente muchos discreparéis) y veremos como fueron tratadas en su momento por los encargados de galardonarlas. Junto a cada comentario os dejo mi escena favorita de cada filme.
Cuando Harry encontró a Sally (Rob Reiner, 1989)
La comedia romántica ochentera por excelencia solo estuvo nominada a Mejor Guión Original, que finalmente perdió ante El club de los poetas muertos (1989). Esta exquisita película trata a la perfección un tema muy mascado en el cine y en el marco de la comedia romántica: la guerra de sexos (y la posible amistad entre hombres y mujeres). Un guión inteligente, rápido y divertidísimo, una Meg Ryan y un Billy Crystal en los mejores roles de su carrera, y cómo no, una de las escenas más recordadas de la historia del cine: Meg Ryan y su falso orgasmo en público.
El apartamento (Billy Wilder, 1960)
Consiguió cinco Oscars (de 10 nominaciones) para película, director, guión original, dirección artística y montaje. Vale, a esta la trataron bien. Pero no es para menos. Tiene uno de los guiones más perfectos (y lleno de simbolismos narrativos) de la historia del cine, escrito por el maestro entre maestros Billy Wilder y su compañero de trinchera I.A.L. Diamond. Esta obra maestra no se limita a ser una buena comedia: es a la vez triste, corrosiva, mordaz, sarcástica y tremendamente romántica (sin llegar a ser pastelosa). Un Jack Lemmon aun más perfecto de lo habitual y una nueva cara para la historia del cine: la dulce Shirley MacClaine.
El gran dictador (Charles Chaplin, 1940)
Obtuvo cinco nominaciones (película, actor, guión, actor de reparto y banda sonora). No se llevó nada.
Una parodia divertidísima y entrañable con un gran peso crítico y un mensaje final sobrecogedor. Charlie Chaplin hizo mucho para el 7º arte. Nos regaló maravillas como Tiempos modernos (1936), Luces de la ciudad (1931) o El chico (1921). Pero, aunque muchos discrepen, considero que con esta película se superó. El gran dictador se presenta como una divertida comedia física (muy propia de Chaplin y otros grandes del cine mudo como Buster Keaton o Harold Lloyd), pero concluye como una emotiva (y necesaria) carta de amor a la humanidad. Irónicamente, el que es considerado uno de los más grandes iconos del cine mudo nos brinda uno de los mejores y más emotivos discursos de la historia del cine. “We think too mutch and feel too little”.
Midnight in Paris (Woody Allen, 2011)
A todos se nos ha pasado por la cabeza lo de que deberíamos haber nacido en otra época. Pasada o futura, siempre habrá un mejor momento que el aburrido presente. Owen Wilson querría haber vivido en el París bohemio de los años 20 junto a grandes artistas de la talla de Pablo Picasso, Ernest Hemingway, Gertrude Stein, Cole Porter, Man Ray, Salvador Dalí o Scott Fitzgerald. Y gracias a Woody Allen lo consigue. Esta deliciosa comedia con romances imposibles, saltos temporales y artistas a destiempo, enmarcados en un romántico y colorido París bifurcado, recupera el mejor Woody Allen des de La rosa púrpura del Cairo (1985). Estuvo nominada a cuatro Oscars (incluyendo Mejor Película) y consiguió el de Mejor Guión Original para el histriónico neoyorquino.
Un gran filme con un elenco de actores y actrices de aúpa y un bonito y realista mensaje final: debemos dejar de fantasear con otras épocas para aprender a vivir (y apreciar) nuestro bello, raro e irrepetible presente.
Atrapado en el tiempo (Harold Ramis, 1993)
Señoras y señores, una de las comedias más infravaloradas de todos los tiempos. No ganó ningún premio, aunque sí conquistó nuestros corazoncitos. En Atrapado en el tiempo (Groundhog Day), un amargado Bill Murray se ve obligado a repetir una y otra vez el mismo día en un pequeño pueblo de Pennsylvania con su percepción de ello como única variante. En esta “prisión temporal” Murray deberá replantearse todo su sistema de valores y aprender a apreciar lo que es realmente importante en la vida.
Un guión de lo más divertido (y más con Murray), con un ritmo impecable y con escenas desternillantes que funcionan de maravilla con la repetición (¿la secuencia de los suicidios debería ser dramática?). Y ojo al dato, que el propio Ramis (director y cazafantasmas) sugirió en una ocasión que el personaje llega a pasar más de 40 años repitiendo el día de la marmota. Ahí es nada. Suerte que al lado tenía a Andie MacDowell en vez de a la Esteban.
El gran Lebowski (Joel&Ethan Coen, 1998)
La mejor película de los Coen, y que digan lo que quieran. Perfecta comedia negra que no se llevó ni una triste nominación a los Oscars.
“El Nota” (o “The Dude”) es un tío pacífico, algo egoísta e increíblemente vago, con la marihuana y los bolos como única preocupación en su mente, hasta que un mal día lo confunden con un homónimo mandamás multimillonario y se mean en la alfombra de su sala de estar. Este incidente provocará una escalada de divertidas y surrealistas situaciones salteadas del más puro humor negro “marca Coen”. La historia se irá complicando cada vez más para nuestro protagonista y sus dos Sanchos Panza (el psicopático Walter y el disperso Donny) hasta acabar encontrándose en medio de una guerra que ni les va ni les viene, y mucho menos pueden controlar.
La vida de Brian (Terry Jones, 1979)
¿Una comedia surrealista, aderezada con el más punzante sarcasmo británico y con una explícita crítica a la religión cristiana? Olvidadlo, no ganó nada. Y qué más nos da. Los Monty Python nos ofrecen carcajadas a golpe de sátira con un guión inteligente y unos diálogos memorables. No todo el mundo es del agrado de su estilo, pero su talento para la comedia surrealista (que no sin sentido) es indiscutible de aquí a la Roma antigua. Y si no os gustan siempre os podéis quedar con su optimista mensaje final cantado a pulmón y colgado de una cruz: mirad siempre el lado más “brillante” de la vida.
Zombies Party (Edgar Wright, 2004)
La que pretendía ser una parodia del cine de zombies se ha convertido para muchos en una de las mejores películas del género (si no la mejor). Aunque no era carne de Oscars estuvo nominada a un par de BAFTAS (incluyendo Mejor Película).
La película es puro estilo Edgar Wright: un montaje vertiginoso, humor británico del más corrosivo y el mejor dúo de cómicos de la isla. El trinomio del director con Simon Pegg y Nick Frost nunca falla. Zombies Party (o más correctamente Shaun of the Dead) conforma junto con Hot Fuzz (2007) y The World’s End (2013) la maravillosa y tricolor “trilogía del Cornetto”: irónicas, divertidas, dinámicas, paródicas, diferentes. Si ves una tienes que ver las tres.