Alfred Hitchcock es “el maestro del suspense” y es también uno de los grandes maestros del cine. Esta catalogación, que acompaña a tantos y tantos grandes directores, adquiere un sentido completo en el caso del director británico.
Hitchcock va mucho más allá del psicópata egocéntrico que tras su crimen perfecto siembra prueba falsas pistas que distraigan a la policía. Nos explica el móvil y nos lleva a la escena del crimen; no se contenta con dejar suficientes pistas, si no que nos enseña la soga utilizada para el ahorcamiento de su víctima. Te presta el cuchillo y nos mete en la ducha.
Maestro de maestros, no es casual que aparezcan innumerables documentales, libros de ensayo y que sus secuencias se analicen en escuelas de cine. El cine está ahí, escondido en sus fantasmagóricas imágenes, en el suspense de su montaje y en el misterio de sus personajes. Desde su famosa y larga conversación con el cineasta francés François Truffaut, base del documental dirigido por Kent Jones en 2015, la obra del director londinense es materia de estudio de cinéfilos y directores que buscan en su puesta en escena y en su catálogo de imágenes simbólicas el secreto del arte cinematográfico.
El documental 78/52. La escena que cambió el cine (Alexandre O. Philippe, 2017) da un paso más allá en el amplio universo del análisis hitchcockiano, centrándose en la famosa secuencia del asesinato de la ducha de Psicosis (Psycho, 1960). Premiado como el mejor documental de la pasada edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges, 78/42 demuestra que aún hay mucho que decir sobre una de las escenas más imitadas y copiadas de la historia del cine. Una escena que revolucionó el cine a nivel narrativo y a nivel formal. Filmada en blanco y negro tras una década en la que Hitchcock había filmado elegantes y sofisticados artefactos en Technicolor y VistaVision como Vertigo (1958) o Con la muerte en los talones (1959), Psicosis aparecía como una película cruda, realista; una cinta de terror pequeña cuyo destino parecía ser el formato televisivo. Y así es hasta que Marion Crane, interpretada por Janet Leight, se desnuda para ducharse y la película explota en mil pedazos. La protagonista a la que hemos seguido hasta el momento es asesinada ante nuestros ojos de la manera más violenta y desgarradora que podíamos imaginar. La trama y su justificación narrativa se dinamitan en un acto de total rebeldía: eliminar al protagonista principal con el que nos hemos identificado hasta ese momento.
78 tomas y 52 cortes de montaje pasados por agua y sangre que diferentes personalidades del cine actual analizan para convertir este hipnótico documental en una magistral clase de cine excelentemente filmada. Guillermo del Toro, Walter Murch, Mick Garris o Danny Elfman desmenuzan de manera minuciosa y desde diferentes puntos de vista el valor cinematográfico y el impacto emocional de esta escena. El valor añadido de esta pieza se encuentra en su puesta en escena hitchcockiana: filmada en un precioso blanco y negro, en habitaciones de motel que nos trasladan al de Norman Bates y con los protagonistas mirando prácticamente a cámara. El último documental sobre el maestro inglés demuestra que en el cine, al igual que en el arte, la forma lo es todo, o casi todo.
* Artículo escrito por Descatalogado